Nací como una pequeña obra de arte en una villa del sur de Hanoi, en un entorno tranquilo, sencillo y humilde. Mi artesana, con sus manos expertas y llenas de cariño, me bordó con la confianza de que podría representar una escena costumbrista típica de nuestra zona y nuestra cultura.
En mí, se puede ver a una mujer ataviada con el áo dài, el traje tradicional de la región, empujando una bicicleta cargada de manzanas en dos cestos. Una imagen que evoca la vida cotidiana de nuestra gente, la sencillez y la belleza de nuestros paisajes.
Durante mucho tiempo, navegaba en una pequeña barca de remos por las aguas del río Ngo Dong, en compañía de otras pequeñas obras de arte que, como yo, despertaban el interés de los visitantes que se acercaban a esta maravillosa zona de Vietnam. Mi propietaria, una humilde comerciante, ofrecía con cariño y esmero nuestros tesoros a los foráneos, que nos admiraban y nos llevaban consigo como un bonito recuerdo.

Un día, un visitante se fijó en mí y me llevó con él a la gran ciudad y, más tarde, en un avión a un nuevo continente. Pensé que mi futuro sería brillante, pero lejos de ser expuesto, quedé relegado en el olvido del Desván del Mundo.
De vez en cuando, mi nuevo propietario me sacaba a la luz para admirarme, pero pronto volvía a mi triste destino, en lo más profundo de aquel desván.
Sin embargo, hoy estoy feliz porque he vuelto a cambiar de manos y sé que finalmente voy a ser expuesto y disfrutado.
Ahora, estoy seguro de que lograré evocar las pintorescas campiñas vietnamitas, los campos de arroz, los paisajes de ensueño de mi tierra y sus apacibles y bellas tradiciones. Estoy ansioso por ser parte de una cultura diferente y mostrar al mundo la riqueza de la mía.
Gracias por confiar en El Desván del Mundo y permitirme ser parte de vuestras vidas