Nací en un pequeño taller cerca del barrio Karol Bagh de Nueva Delhi, a pocos metros de un mercado. Recuerdo los sonidos del gentío ir y venir, la muchedumbre que se agolpa a diario en torno a las apretadas tiendecitas que completan un mercado de innumerables artesanías, enseres, utensilios de todo tipo, entremezclados con pequeños carritos de pavbhajis y panipuris y las especias que inundan de intensos aromas el ambiente, cánticos y voces de vendedores ambulantes, carros tirados a mano, pesados rickshows abriéndose paso entre el poco espacio que queda en la calle donde motos, coches y viejas bicicletas se entrecruzan alocadamente. Un laberinto sin referencia, un mundo sin límites, gente por todos sitios y una vaca rumiando tumbada plácidamente en el asfalto ajena a todo ese ajetreo.
Nueva Delhi es un lugar casi mágico, donde no se puede asimilar todo lo que hay y todo lo que sucede, se siente el pulso de un país gigantesco y lleno de historia.






Mientras esperaba mi nuevo dueño en uno de esos tenderetes, un viajero que pasaba por allí me adquirió, pretendía guardar en mí toda aquella esencia que estaba viviendo y que estaba sintiendo, pero… ¿Cómo puede una humilde cajita de papel maché guardar un momento? Quizá nadie pueda responder a esa pregunta.
Es por ello que en mi, aunque parezca no haber nada, guardo la viveza y la emoción de viajar, de descubrir mundos nuevos y de sumergirse en una cultura tan maravillosa y ancestral como la India.
Ahora estoy viajando de nuevo, tras un tiempo escondido en el Desván del Mundo, vuelvo a salir a la luz y a tener la posibilidad de crear nuevas ilusiones, aunque sean tan humildes como lo son las viejas bicicletas que recorren azoradas las calles de Nueva Delhi, en mi puedes guardar tus propios tesoros sabiendo que provengo de un lujar lejano y remoto, que fui y soy única y hecha a mano.
La esencia de India es inabarcable, pero en mi interior puedes guardar aquello que quieras que sea tan especial como yo.
Y… quien sabe…. A lo mejor tú también viajarás algún día a mi maravilloso país.
Gracias por confiar en El Desván del Mundo.
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