¡Qué agradable sorpresa me he llevado hoy!
Tras lo que pareció una definitiva despedida se va a convertir en un inesperado reencuentro. Tras el viaje a Chile quedamos los dos a buen resguardo en el Desván del Mundo, y entablamos una gran amistad, por lo que es de agradecer que el destino nos condujera por el mismo camino.
Ya sabéis que en nuestro caso no fue necesario que nos arrastraran por los caminos de la isla con grandes sogas tiradas por numerosos hombres balanceándonos para llegar hasta nuestro “ahu”, como lo hacían con mis antepasados, pero guardamos en nuestro pequeño ser los secretos más profundos de la isla Rapa Nui, conocida en estos lares como “la Isla de Pascua”.
Y es que el material del que estamos hechos proviene de lo más profundo de la tierra, hemos surgido de uno de los volcanes de la isla y tallados en la bonita y tranquila villa de Hanga Roa.
Nuestro “pukao” que es nuestro característico tocado, se extrajo de las minas donde se extrajeron los originales, y hoy en día aún se puede visitar y contemplar los trabajos sin acabar de la época. La mina se encuentra a menos de diez kilómetros al noreste de Hanga Roa, en el cráter del extinto volcán del Puna Pau. Este material recibe el nombre de “hani hani” y se trata de un tipo de ceniza volcánica de gran porosidad y escasa dureza, que muestra un color rojizo debido al óxido de hierro presente en su composición.
Nosotros estamos esculpidos en un trozo de “toba lapilli”, es una roca volcánica extraída del volcán Rano Raraku, y es en éste lugar donde se encuentra la cantera de moáis. Se pueden ver impresionantes tallas enormes aún sin terminar y se pueden analizar los diferentes diseños a lo largo de la historia. Como curiosidad, los moáis eran tallados sobre la roca base en horizontal, mirando hacia arriba. En la última fase, se desprendía la base de la roca con un trabajo coordinado para, finalmente, con un sistema de sogas y poleas, ponerlo en pie. Esto se ha sabido por los trabajos sin terminar que fueron abandonados, y en concreto el moái más grande del que se tiene constancia, de 21 metros, que aun permanece tumbado mirando al cielo como si estuviera esperando la llegada de un escultor para ser desprendido de la roca madre.
Como bien decía mi compañero, en mi hay un pequeño trocito de una isla remota y pequeña, pero con mucho que contar. Ah!, y la gastronomía es espectacular!
Algún día, tu también vendrás a visitar mi pequeño pueblo.
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